miércoles, 29 de julio de 2009

La música salía de tus labios
humeante
roja
perfumada
Wagner, Morricone
y un Gardel que olía
a sábanas viejas, a cajones
y en tus ojos perdidos
como islas
reconocí mi patria
era un mar inmenso
donde la música ondulante me llevaba
como el agua conduce al abril
a las lenguas del agua delirante.
De donde estoy ahora
nacen palabras hemorrágicas
nacen de la lluvia
y de la música que llega
que aun llega hasta la arena diminuta
donde me tiendo
apátrida.


jueves, 16 de julio de 2009

La habitación, de Memorias de Nuncajamás

Una mujer entra en tu habitación y se desnuda.
A lo lejos las niñas cantan y juegan con los niños
de mamá y papá
la mujer no es niña ni madre
vos sos un niñoperdido que sonríe con los dientes de leche.
La mujer te ha besado y ha recordado en seguida
unos versos del Cantar de los Cantares,
un maná y un mito lácteo,
un sabor inmenso a música que se repite,
pero ella es narcisista y vos sos un espejo táctil.

Aquí solo un espacio existe, piensa ella,
el fin del mundo es la orilla de la cama
y en su frontera, las horas comienzan a contarse.

La cama se llama Nuncajamás
y es blanca
como la imaginación de los eruditos.

La mujer abre los ojos y mira tus párpados cerrados
de ellos escapan rayos de sol y ella se extraña
¿existe un sol o un océano dentro de vos?
¿hay una playa o un caracol entre ambos?
Se queda callada entre tus brazos y cree escuchar el mar
mira la pared y se pregunta
¿dónde se amontonan las cosas que una trae?
¿los recuerdos se quedan con la ropa en esa mesa?
En esta habitación han de existir
burbujas cósmicas de todas las posibilidades,
debajo de la cama,
sueños frustrados que se golpean unos a otros
para demostrar quién es el más terrible.
¿en qué gaveta guardará los fantasmas hambrientos y
los pulsos repetidos?
Se pregunta y los recuerdos son poco elásticos
para imaginar tantos fragmentos de otra vida.

La mujer, cuando sale,
solo piensa en hacer un homenaje
a ese lugar de sus horas invisibles.

La madre y el padre en un abrazo

Nos hemos tragado la noche, amor.

Nos hemos tragado la noche, y mis manos
Casi son peces
Mis manos se han tragado nuestros rostros y nuestros genitales
Esta noche hemos hecho liturgia.
Hemos matado animales y nos convertimos
en dioses malvados pero hermosos.
Apagamos doce luciérnagas y decidimos
quedarnos otra noche a vernos en los sueños.

En la mañana, se sienten los latidos
las cicatrices, nos regresan nuestra herida
pero nadie huye, nadie rompe la oscuridad
que nos corresponde
porque somos aves
y nuestra ala es una sola sábana extendida.

Alicia recomienda

Hágalo usted misma
párese frente al espejo
meta la cabeza
respire al revés el mundo.

miércoles, 15 de julio de 2009

Mujer y muerte

Querida: Los segundos sin permiso, pasan
y todo es estrujado acá dentro.
En la cabeza cargo un nudo de inviernos y sólo digo:
Cómo vas conduciendo la noche mientras desciende
de mí, este largo hilo de hormigas
Todas, con tu cabeza de diosa;
con tu crueldad de animal insondable.
Sobre mí hay un dedo infinito
que se desliza y dibuja en mi arena
la forma de un mar que devora y arrastra,
y camina desesperadamente hambriento,
y es una serpiente inmensa que muerde mis talones.
Y no hay nadie
que cierre los ojos por mí
Y el aliento, la música y la lámpara
son solo ilusión y nada pesa.
Sigue y camina tu abrazo,
en la transpiración, esta, de realidades
Yo solo guardo un sabor de niebla en la boca

El deseo

Yo lo miraba sabiendo que escondía
diosas en los dedos
sus ojos eran espejos
donde me miraba a mi misma
con una encrucijada en el pecho y una lengua
de cartón
su corazón estallaba entre mareas y huevos minúsculos
que escondían estrellas
huevos de agua salían de sus ojos
y de sus poros.
De su ombligo emergían
seres mitológicos diciéndose
el nombre de la hermosura

Domesticidades

Domesticidades
La casa debe sobrevivir a mi desorden.
El llanto cuajado en los rincones debe evaporarse y la luz
defecará sus ecos de pureza.

Las arañas ya han escrutado mi lenguaje
Y huyen torpemente.

La casa debe sobrevivir a mi desorden:
Hay que limpiar, colocar,
Restregar el calendario de los cuerpos
Enrollar sus pétalos como babosas ecuánimes.
Dejarlos sin su nido de impurezas.
Nada de graffitis,
De cuadros inclinados,
De libros desperdigados en la cama.
Las copas se lavan y se guardan
la ropa hay que dejarla sin mi rastro sin tu olor,
se extiende al aire.
La casa debe sobrevivir a mi desorden,
las cosas están sobre el olor de la noche,
de los insectos que han cantado y han dormido
bajo los abrazos sin lavarse.

En tu cabello hace neblina

En tu cabello hace neblina
Es tarde
El café recalentado
Como un muerto que espera en nuestra mesa
La última oración, bosteza
Y a cada bostezo el humo se hace pared entre nosotros.
En tus labios se moja el café y tu lengua se tiñe de sombras
Con las que murmuraste en mí, un rostro de llorosa.
Yo respiré humo
Y mis labios colgaban, como crucifijos viejos.
Yo te besé en sueños absurdos
Donde caben el mapa de una carretera, papeles cenicientos,
Y el rincón donde un dragón hace poemas
Y los lanza sobre un mar de palabras perdidas.
En tu cabello hace neblina
Es tarde.

Las noches en un balcón del Virreyes

Si el hotel no existe, estoy suspendida en el aire.
Mi hueso atrapa el frío y la catedral se hunde.
De los carros y los taxis verdes
el denominador común son las estrellas
pegadas al asfalto.
En el estómago duele la noche y la luz asalta.
Los muros son colmenas tatuadas por animales prehistóricos.
Yo sólo conozco la historia que imagino:
toco la pared y los museos engullen el asombro.
Beso los cuerpos, las huellas de los cuerpos;
Los exprimo como frutas celestiales.
Cierro los ojos.
Yo te miro a vos, a quien adoro.
A lo lejos, como yo, prendido del aire.
Ese es el veneno, mirarte mientras conozco,
colgado de una nube rota o fantasmal, en una ciudad que me traga.
Se respira agua, agua respiro,
y hay un placer que flota más allá de los rostros
y sobre las arrugas.
Qué frío hace y yo soñando agua entre mis manos pequeñas.
Esas, donde cabés milimétrico a pesar del nubarrón y la ciudad oscura
a pesar de la altura de este sueño amniótico.

Caducifolio

Que cada segundo palpite
En otros afónicos mares
Que agolpe este silencio
En la callada sed de mis arterias
Que caiga sobre los nombres
De monarcas, del mirto y las estatuas.
Hasta el mínimo grito
Con los labios dormidos
Vierte campanadas necias
Agujeros por los que transita
Mi desvelo
Por esto un grito
Me separa de la huida más profunda
Del espejo, de la ausencia y las palabras
Que de plomo aguijonean mi tránsito
A tu nombre




Una mueca circular
En el jardín de las flores amarillas
Amanece la hiedra, las lápidas
El recuerdo.
Arriba, el cielo,
Destiñe mi cuerpo con inviernos.
Abandono mi ciega juventud de luciérnaga
Que una vez requirió la oscuridad
Apresuro la sed
Vierto mi mar sobre las piernas
Dejo tu nombre en el aire.
Solo me queda este aroma a eucaliptos y el destierro
A las páginas releídas de tu ausencia
En los libros están las hojas rotas
En los que escribo la incredulidad, la niebla
Que disipa este septiembre



En los ojos del agua reposa
En el viento viaja
Una voz trémula,
El descenso de mis labios
Cerca de los árboles
Un viento de caligrafía remota
Trae un aroma de altos árboles primitivos.
Deshojo la mañana
Pinto una sombra efímera,
Triste y larga,
Me habla de tiempos
Y los tiempos desatan fragancias
Convulsiones en la tierra
Recostada espero
Ocasos,
Reminiscencias de polvo
Y agua.
Con el hacha en la mano
Corto las hojas de los calendarios
y dormida, el olvido
Abraza mi reloj.



Deslumbrar

Suchimil
Dicen que tus jardines son amargos,
Que la brevedad de tu pelo nos carcome
Que la noche nos bebe
Y mi voz cuelga inútil en la ventana.
Inmóvil
Como cigüeña de torpes alas
Quiero dar a luz:
Vivo por el viento que suena
Y por la maleza en mi vientre
Talvez me equivoco al llamarte
Y sos un rumor que embelesa
Dicen que habito un lugar inventado
Dentro de mí.
Y con mi pulmonía a rastras
Intento pujar
En mi terreno yermo
Busco la huella del sueño
Que trasluce las venas de la noche
Las guías de este ingenuo
Despertar
Y palpito sola
Entierro mis rodillas en la tierra
Me lleno de hambres
Manchas
Inútiles tormentas
Me conozco inerte en mi rueda infantil
Doy brochazos de sombras
Me pego a tu nombre
Duele tanto beberte
Con calor
Sin alma
Que soy una niña
Con los ojos dilatados.
laura zavaleta : caducifolio
Angel
Sos el inmanente misterio de un papel en blanco
por eso no escribo sin antes mirarte a los ojos
quiero saber en que punto de tu piel se renueva la carne
y porquè lloro.